A veces parece que hay situaciones tan graves, tan difíciles, que no se pueden cambiar. Y esa es la razón por la que no cambian. Que nadie apuesta por ellas. Pero esto es precisamente lo que no hicieron los promotores del hospital Monkole, en un país –República Democrática del Congo-, en el corazón de África, con 70 millones de habitantes, una esperanza de vida de 48 años, una tasa de analfabetismo de casi el 35%, aún reponiéndose de una guerra de más de 25 años y, hasta hace poco, en el último lugar del mundo en el índice de desarrollo, según el “Índice de Desarrollo Humano” del PNUD.
El centro hospitalario comenzó en la ciudad de Kinshasa, donde viven 9 millones de personas, en un barrio donde el paro alcanza el 82% y el 70% de los pacientes vive en situación de pobreza. Abrió sus puertas en 1991 con tres camas y un quirófano en los que trataban de atender a todos los pacientes que llegaban.
Ahora tiene 110 camas, atiende las 24 horas del día, en consultas de Ginecología y Obstetricia, Cirugía, Medicina Interna y Pediatría. Para hacer llegar la sanidad a otras zonas del país, los médicos atienden además en tres sedes situadas en barriadas periféricas, lejos del hospital: las Antenas Médicas Kimbondo, Eliba y Moluka. De Monkole dependen también la Escuela de Enfermeras: ISSI y el Centro de Formación para Médicos: CEFA.
En el hospital se atienden más de 80.000 personas al año. La tasa de ocupación hospitalaria es de más del 90%. Se ofrece trabajo a más de 300 personas, de las cuales el 98’5% son congolesas. Y, lo que es más importante: han logrado reducir la tasa de mortalidad de un 4 a un 2’4% en nueve años, de 2004 a 2013.
Este hospital es el principal proyecto con el que trabajan desde ONAY, la Organización Navarra para ayuda entre los pueblos, que es uno de los miembros de la Red IcNet: la Red Internacional para la promoción de la juventud y el voluntariado, fundada en 1993 por Cooperación Internacional ONG y compuesta por más de 20 organizaciones.
Entre los proyectos de Monkole, destaca por ejemplo el de “Maternidad sin Riesgos” que se marcó el objetivo de beneficiar a 9.000 mujeres y, en tres años, ya ha superado esa meta.
Pero, además de la atención sanitaria, el hospital es el primero de Kinshasa que, entre sus servicios, suministra comida a sus pacientes y les entrega ropa limpia para las camas y material para el aseo personal. De hecho, en Monkole -nombre de un árbol de hoja perenne de la selva congoleña que da una gran sombra- la primera pregunta que se hace a un paciente es: ¿Cuándo fue la última vez que comió?
Su objetivo es abrir camino a una nueva forma de hacer medicina en el Congo y en los países vecinos. Por ejemplo, es uno de los dos hospitales en los que se puede donar sangre y uno de los pocos que tiene un asistente social que facilita el acceso a la sanidad a las familias sin recursos. Ahora, muchos otros hospitales están imitando estas mejoras. Monkole es un ejemplo más de que el cambio es posible, empieza ahora, y eres –o puedes ser- tú.